ENTREVISTAS

Elegí cuatro entrevistas diferentes.

LA ENTREVISTA 1 es un compendio de preguntas que me hacen con frecuencia los alumnos de los colegios adonde concurro a dar charlas sobre mis novelas: Cruzar la noche y La casa M  (editadas ambas por Ediciones Colihue, pueden verse en la página LIBROS) y mis respuestas.
LA ENTREVISTA 2 es una entrevista que me realizó Giuliana Riveira, estudiante de la carrera de Traductorado de Inglés de la Universidad Nacional de Lanús  para la realización de su tesis sobre traducción del español argentino al inglés estadounidense, basada en el vocabulario de "Cruzar la Noche".
LA ENTREVISTA 3, es una entrevista realizada por la profesora Élida Ruiz, sobre la obra La casa M, editada por Ediciones Colihue en 2009.
LA ENTREVISTA 4, es sobre la obra El infierno de los libros, realizada por la profesora Graciela Iritano para la segunda edición de la obra, publicada por Ediciones Colihue en 2013..

ENTREVISTA 1:
Datos biográficos: ¿Dónde nació?
Nací en Felicia, provincia de Santa Fe, pero viví desde mis primeros días en Santa Clara de Buena Vista, en la misma provincia, hasta los treinta años.
¿Cómo surgió su vocación de escritora? ¿Qué metas persigue?
Siempre me gustó escribir, lo hacía cuando era adolescente o niña. después quemé todos esos escritos porque sentía que eran muy malos. Tuve a mis hijos siendo muy joven, y me divertía mucho inventándoles cuentos. Para no olvidarlos los empecé a escribir y cuando retomé mis estudios (ya tenía a mis dos hijos), una profesora leyó esos cuentos y me alentó para que fuera a un taller literario y me pusiera a escribir. Eso fue en el año 1991. En el 93 publiqué mi primer libro de cuentos para niños.
Nunca me propuse metas. Sólo siento una necesidad muy profunda de escribir.
Lo característico, lo original y lo dramático a la vez, de las políticas implementadas a partir de 1976 fue la desaparición masiva de personas. ¿Cómo vivió Ud., a nivel personal esta época?
A nivel personal a mí no me ocurrió nada. No tengo amigos ni parientes que hayan sufrido las consecuencias de la dictadura en esa época. Sin embargo, la desaparición de más de treinta mil personas me afecta como si fuesen de mi círculo más cercano y me provocan el mismo dolor, y el mismo deseo de justicia.
La implementación de la violencia política desde el Estado es una marca que atraviesa la historia argentina a lo largo de estos 200 años, ¿qué reflexión le merece?
 La implementación de la violencia desde el Estado me parece aberrante. Es el Estado quién debe proteger y cuidar a todos los habitantes y no ejercer la violencia sobre ellos.
Cómo sociedad, la decisión de no dejar pasar inadvertidamente los crímenes, de poner freno a la impunidad, ¿le parece que sirven los juicios a los militares? ¿Tienen sentido? (Jorge R. Videla, Luciano B. Menéndez)
Por supuesto que tienen sentido y que sirven. Creo que tenemos tres recursos para que nunca más vuelvan a repetirse hechos tan aberrantes como los ocurridos, para que nunca más se ejerza violencia desde el Estado: la verdad, la memoria y la justicia.
Desde una mirada retrospectiva, ¿le parece que se ha tratado de olvidar? ¿Hay relaciones entre olvido y justicia?
Hay sectores que promueven el olvido, el perdón, dar vuelta la página para llegar a una “reconciliación”, a una supuesta reconciliación. Como si hubiese habido una guerra. y no hubo una guerra. NO APOYO la teoría de los dos demonios. El Estado no cumplió con su función y ejerció violencia indiscriminada, aberrante, sobre personas indefensas, aplicando tortura sistemática, robando sus bienes, arrojando a seres humanos con vida al mar, apropiándose de bebés inocentes y cambiándoles la identidad. Yo creo que no hay que olvidar lo ocurrido, que los responsables deben ser juzgados y condenados. Y deben estar agradecidos porque tienen la posibilidad de ser juzgados, de defenderse, cosa que no hicieron ellos cuando secuestraron, torturaron y desaparecieron a más de treinta mil personas de una manera tan brutal.

¿Qué la llevó a escribir Cruzar la noche?
La génesis de esta obra se entremezcla en muchos aspectos con mi propia vida. Cuando tenía 19 años vivía en un pueblo muy pequeño y estaba esperando mi primer hijo. Por ese entonces (1977) el país vivía una de las peores dictaduras de la historia. Yo era una de las tantas personas que no comprendía o no quería comprender lo que estaba ocurriendo. Mientras tanto leía Holocausto y me preguntaba cómo podía haber sucedido semejante atrocidad en Alemania, durante la segunda guerra mundial, sin que la gente se diera cuenta, sin que se descubrieran los campos de exterminio, sin que las personas se solidarizaran con los judíos. Y acá ocurría lo mismo sin que yo tomara conciencia.
Eso quedó dando vueltas en mí de alguna manera, y se fue sumando a las preguntas que me hacían mis hijos, que eran adolescentes en esa época, y que querían saber qué había ocurrido durante la última dictadura militar.
Pensé entonces que a través de la literatura podría dar respuestas a los interrogantes de mis hijos, y tal vez también a los interrogantes de muchos adolescentes que quisieran acercarse a la verdad. Y, de alguna manera, ayudar a que a otros, no les ocurriese nunca lo que me  había pasado a mí.
Realicé muchas investigaciones, leyendo periódicos, libros, informes, viendo películas y documentales, entrevistando a los protagonistas de la historia: Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Hijos, personas que habían sido secuestradas, que fueron torturadas, que tenían amigos, o parientes desaparecidos, personas que ayudaron a otras, que atendieron un parto en la Esma, que vivieron de una u otra manera los hechos en carne propia.
Después de esa etapa, me fui metiendo en la piel de los personajes para contar la novela.
¿Qué la llevó a escribir La casa M?
Entre los años 1993 y 1997, alquilé una casa en la misma zona en la que vivo actualmente. En esa casa escribí Cruzar la noche, e hice descripciones de la misma en la novela.
En el año 2005 salió publicado en distintos medios, Clarín entre otros, una nota diciendo que, según los denunciantes, esa casa habría sido un centro de detención clandestina durante la última dictadura militar.
La gente que dice haber estado secuestrada en esa casa vino a hablar conmigo para hacerme algunas preguntas. A partir de ese encuentro tuvimos varias charlas, y esa noticia, más los relatos de ellos, me motivaron a abordar nuevamente esta temática.

La historia que escribo en La casa M es ficción. Solamente tomé la denuncia que se publicó como disparador a la hora de crear el texto.
Aclarado esto, quiero agregar que, cuando fui a vivir a esa casa, no imaginé nunca que podría haber sido un centro clandestino durante la dictadura.
Esto todavía no se ha probado y el primero de septiembre [de 2009] comienza en Santa Fe un juicio a los represores, que incluye la causa que se inició con la denuncia de las personas que dicen haber estado secuestradas en ese lugar.
Esta novela la construí desde mi imaginación, como ya lo he dicho, y, si bien sus personajes pertenecen a la ficción, podrían también ser reales, en un país que vivió el horror durante los años duros de la dictadura, horror que dejó secuelas que todavía hoy nos persiguen.
Para los personajes de La casa M, buscar la verdad y aceptarla es todo un desafío.
Pero buscar la verdad es imprescindible si queremos crecer como seres humanos, y aceptarla, aunque duela o moleste, es un proceso de madurez, que muchas veces puede resultar difícil y doloroso. Y la literatura, a veces, ayuda en este proceso.

ENTREVISTA 2:
¿Cuál fue el mayor desafío, en general, al escribir la novela? ¿Y en el plano lingüístico?
El desafío en general, al escribir la novela fue encontrar el tono en el que pudiera abordar un tema tan duro, sin dejar de considerar que el destinatario era un lector adolescente. Y justamente en el plano lingüístico, teniendo en cuenta a ese joven destinatario, la idea era encontrar un léxico cercano al real para que ellos pudieran identificarse.
¿A qué tipo de público está dirigida la novela? ¿Pensaste en algún segmento específico de la sociedad mientras la escribías?
Sí, como decía en la pregunta anterior, pensé en un público adolescente. No obstante eso, a lo largo de los años, descubrí que la han leído chicos más pequeños (7º grado) y muchos adultos.
A lo largo de la novela predominan pensamientos y sentimientos típicos de una chica de 17 años: amor, odio, incertidumbre, angustia, bronca. ¿Cómo hiciste para situarte en la mente de una adolescente de 17 años de esa época, la década de los ’90?
En parte recordaba mi propia adolescencia que transcurrió casi en esa etapa y por otra parte, mis hijos y sus amigos adolescentes, me brindaron importantes referentes.
Con respecto al vocabulario típico adolescente, ¿qué recursos utilizaste para poder plasmar por escrito su manera de expresarse tan diferente a la de los adultos? Es decir, ¿te basaste en otros escritos o simplemente mediante el contacto diario con jóvenes?
Me sirvió muchísimo el contacto diario con jóvenes, que estaban en mi casa junto a mis hijos.
En Cruzar la Noche podemos encontrar varias palabras o frases típicas del lunfardo, como “boludo”, “que lo parió”, “mina”, etc. ¿Pensás que enriquece el texto utilizar este tipo de expresiones tan nuestras?
Por un lado, como digo en preguntas anteriores, esa jerga, por así llamarla, es auténtica y nuestra, y permite la identificación de lectores locales. Por otra parte, si bien son giros idiomáticos bastante locales en función de la globalización existente, considero muchísimo más rico el uso de regionalismos que un castellano neutro, que unifica el lenguaje de forma artificial y le quita toda la potencia que tiene el idioma.
A la hora de traducir un libro, los elementos culturales, históricos y lingüísticos juegan un papel sumamente importante. Cuando leés un libro en inglés traducido al español, ¿qué cosas hacen que vos digas “esta es una buena traducción”?
Siento que una buena traducción debe mantener la cadencia del discurso original, la poesía o el dramatismo, de acuerdo al tono que el autor o autora le haya querido imprimir, que no puede estar plagada de cacofonías ni de repeticiones, como muchas veces ocurre. Como escritora sé el tiempo que uno tarda en elegir cada palabra, en encontrar la palabra precisa. Hay muchos sinónimos para decir algo, pero uno la elije no solo por su significado, sino también por su sonido, por lo que connota, por las imágenes que nos sugiere, por la textura de esas palabras.
Tu novela relata un suceso que marcó un antes y un después en la historia argentina: la dictadura militar de los años ’70. ¿Te gustaría que las personas de habla inglesa puedan conocer desde la ficción lo que ocurrió en la época de la dictadura a través de tu obra? ¿Qué esperarías de una traducción al inglés de Cruzar la Noche en lo que respecta no solo al contexto histórico, sino también al léxico?
Que se mantuviera lo más fiel al original, respetando ese léxico que puede sonar raro, pero que al mismo tiempo permite un acercamiento más auténtico al idioma original. Y por supuesto que refleje lo mismo en cuanto a la carga histórica.
Mantener el sentido del texto original es un desafío para el traductor. En este caso, el desafío principal es mantener el sentido en inglés de las expresiones del español argentino e incluso los giros típicos de la lengua española en general. ¿Preferirías que expresiones como “boludo” se mantuvieran en el idioma original y que haya una especie de glosario o nota al pie? ¿O preferirías que se busquen expresiones lo más cercanas en inglés y que se tradujera todo? Por ejemplo, en la página 86 de la novela aparece la palabra “pucho”, palabra del lunfardo que se solía utilizar para referirse al sobrante del cigarrillo y que hoy en día se utiliza para referirse al cigarrillo en general. Su traducción más acertada en inglés sería “butt”, una palabra del slang estadounidense utilizada para referirse justamente a la colilla del cigarrillo. Otra persona quizás lo hubiera traducido directamente por “cigarette” (“cigarrillo” en general). ¿Qué te parece?
El glosario y las notas al pie siempre son un poco molestas. Creo que mantendría boludo en su idioma original, porque realmente es una palabra muy conocida en todo el mundo y seguramente elegiría traducir pucho, como butt, tal cual proponés.
La tía de Mariana, Mónica, es española. Por lo tanto, su forma de hablar e incluso su cultura difieren bastante de la nuestra. Así como está marcada la diferencia en el habla entre Mónica y Mariana, ¿considerás que deba marcarse y diferenciarse también en el inglés?
Siento que sí, porque la forma de hablar de cada personaje te habla de su ideología, de su cultura, de sus gustos personales y hasta de su edad. Me parece importante que cada personaje mantenga su propio léxico.

ENTREVISTA 3
¿Qué te llevó a escribir La casa M?
Entre los años 1993 y 1997, alquilé una casa en la misma zona en la que vivo actualmente. En esa casa escribí Cruzar la noche, e hice descripciones de la misma en la novela.
En el año 2005 salió publicado en distintos medios, Clarín entre otros, una nota diciendo que, según los denunciantes, esa casa habría sido un centro de detención clandestina durante la última dictadura militar.
La gente que dice haber estado secuestrada en esa casa vino a hablar conmigo para hacerme algunas preguntas. A partir de ese encuentro tuvimos varias charlas, y esa noticia, más los relatos de ellos, me motivaron a abordar nuevamente esta temática.
La historia que escribo en La casa M es ficción. Solamente tomé la denuncia que se publicó como disparador a la hora de crear el texto.
¿Qué consejos les darías a quienes ahora están a punto de leer la novela?
Es muy difícil dar consejos a alguien que va a leer un libro. Lo que siempre hago en mis talleres, es recordar el primer derecho que tiene el lector: cerrar el libro y dejarlo para siempre si lo aburre o no le gusta.
Aclarado esto, quiero agregar que, cuando fui a vivir a esa casa, no imaginé nunca que podría haber sido un centro clandestino durante la dictadura.
Esto todavía no se ha probado y el primero de septiembre [de 2009] comienza en Santa Fe un juicio a los represores, que incluye la causa que se inició con la denuncia de las personas que dicen haber estado secuestradas en ese lugar.
Esta novela la construí desde mi imaginación, como ya lo he dicho, y, si bien sus personajes pertenecen a la ficción, podrían también ser reales, en un país que vivió el horror durante los años duros de la dictadura, horror que dejó secuelas que todavía hoy nos persiguen.
Para los personajes de La casa M, buscar la verdad y aceptarla es todo un desafío.
Pero buscar la verdad es imprescindible si queremos crecer como seres humanos, y aceptarla, aunque duela o moleste, es un proceso de madurez, que muchas veces puede resultar difícil y doloroso. Y la literatura, a veces, ayuda en este proceso...
ENTREVISTA 4:
El infierno de los vivos es una novela que se nutre de situaciones difíciles de la realidad social, como el abuso de menores, el mal funcionamiento de las instituciones que los albergan y las equívocas intervenciones de la justicia. La misión cumplida de su autora, Alicia Barberis, fue desterrar el silencio que suele rondar este tema y darle visibilidad en el espacio del arte que es la literatura. Como tenemos la suerte de contar con su palabra, nos pareció interesante preguntarle acerca de algunos aspectos de la cocina literaria, es decir, de los pasos previos al momento de la escritura.
¿Cuál fue el primer contacto que tuviste con el caso de Mariana? Conocí a la protagonista hace algunos años. Un familiar de su padrastro creyó en la veracidad de lo ocurrido y me pidió que fuera a visitarla, alegando que ella quería contarme lo que había pasado para que escribiera su historia. Fui a visitarla al hogar en el que estaba viviendo y, a partir de entonces, le propuse venir a casa algunos fines de semana y luego, durante las vacaciones.  Ella y mi hija tenían casi la misma edad y se hicieron amigas. Las veces en que la fui a buscar, visitar, o en que la acompañé al juzgado para que autorizaran sus salidas, pude conocer de cerca lo que sucede –o sucedía en esa época- con los menores: La extrema vulnerabilidad a la que están expuestos, las precarias condiciones en las que viven, y el abuso de poder que ejercen sobre ellos los adultos, tanto los de la propia familia, como los encargados de velar por sus cuidados y derechos. Escribir una novela es un proyecto bastante complicado por su extensión y su estructura, cuestión que no ocurre con el cuento o la poesía. En este arduo y apasionante emprendimiento, cuando empezás la narración, ¿ya tenés decidido el trayecto y el final? En esta novela en particular tenía decidido el trayecto y el final, pero me costó mucho encontrar el tono, la manera de narrarla. Hice una primera versión unos años atrás, pero no había quedado conforme. Sentí que tenía que alejarme de las primeras emociones para volver a emocionarme como si no hubiera estado allí.  También necesité tomar distancia de los hechos reales, para darle un tratamiento desde la ficción, que pudiera generar nuevas tensiones en el relato, y así imprimirle el ritmo que buscaba. ¿Cómo recolectás los datos que van a entrar luego en la trama del relato? Recolecté datos de varias maneras: escuché los relatos de la protagonista; muchos de ellos los grabé para volver a escucharlos. Leí los expedientes de su causa. Tuve charlas con algunas personas que trabajaban en aquel entonces en los ámbitos en los que se desarrolla la novela. Presté atención a los espacios físicos, a las características externas e internas de las personas que luego fueron personajes. Además de escuchar, puse especial atención a lo no verbal, ya que los discursos transmiten información, pero los gestos, los tonos de voz, algún tic casi imperceptible, muchas veces dicen más que las palabras. También dejé que las emociones me atravesaran en el momento en que registraba mentalmente las situaciones, porque lo que produce impacto y desazón, por inesperado o terrible, luego se traduce en la escritura con mayor potencia. En el texto hay zonas poéticas con fuerte registro de la sensorialidad que nos conectan a los lectores estrechamente con el mundo narrado. ¿Nos podés comentar qué ocurre en el mismo momento de la escritura cuando se debe avanzar tanto con el intelecto como con la emoción? Creo que al principio trabaja más el intelecto, al menos en mí. Me pongo a pensar en la historia que quiero contar, y en el cómo. Cuando ya tengo el diseño de la novela y están definidos el tono, el trayecto y el final (aunque después todo se modifique un poco), recién me pongo a escribir. Y ahí, en el momento mismo de la escritura, muchas veces siento como si el intelecto quedase un poco atrás, diluido, como si estuviera escribiendo en “piloto automático”. O como si se abriera un espacio interno que me permite conectarme conmigo misma desde un lugar muy profundo.  Tal vez porque me meto tanto dentro de la historia y del personaje que es como si dejara de ser yo. Es difícil explicarlo, soy Mariana y soy yo, y soy todas las mujeres que alguna vez pasaron por situaciones de violencia, de sometimiento, de desamparo. Entonces permito que la emoción hable sin filtros. Veo y siento lo que ocurre como si estuviera viendo una película y al mismo tiempo actuándola. El infierno de los vivos es una obra testimonial y, como tal, toma contacto directo con sucesos de la realidad extratextual sobre la que puede ejercer alguna influencia, e incluso provocar grandes cambios. Al respecto, y saliendo de los pasos previos para dirigir la mirada hacia los posteriores a la edición, nuestra última pregunta nos lleva a pensar en el futuro, en el ámbito de la recepción. Entonces, ¿qué esperás de esta, tu última novela? Espero tres cosas que considero muy importantes. Una, cumplir con la promesa que le hice a la protagonista cuando era una adolescente: develar lo ocurrido, que se sepa la verdad y que eso repare de alguna manera, tanto dolor y tanta injusticia. Otro deseo es que la visibilización de esta historia en particular pueda servirle a otras mujeres, para que luchen por su verdad, por su dignidad y por sus derechos, pero sin dejar de contemplar que aún en las peores circunstancias es posible hallar una salida. La última expectativa tiene que ver con los cambios en el sistema, en la sociedad.  Hace pocos días, un juez del ámbito penal contó que a partir de la película Leoneras, las madres que antes cumplían condena con sus hijos menores de tres años en el ámbito carcelario, ahora lo hacen en sus  domicilios. Eso me hizo desear que, a partir de El infierno de los vivos, las personas responsables de los distintos ámbitos que se mencionan en la novela, sean capaces de asumir su compromiso e implementar los cambios necesarios para que los menores reciban el amor, el respeto y cuidado que merecen.